La deflación (o inflación negativa) es el fenómeno contrario a la inflación, es decir, una caída general y continuada de los precios de la economía y, aunque puede parecer que una bajada en los precios es algo positivo, la realidad es que la deflación tiene efectos muy perjudiciales en la economía.
La deflación puede generar un círculo vicioso en la economía, ya que puede provocar una reducción del gasto y la inversión, lo que supondría un menor crecimiento económico y un aumento en el desempleo.
Veamos cómo funciona la deflación: si pensamos que el precio de un producto - por ejemplo, un coche o una televisión - va a bajar, pospondremos nuestra decisión de compra para cuando el precio baje. Si la creencia de que los precios van a bajar se mantiene en el tiempo y todos los consumidores posponen sus decisiones de compra, las empresas tendrán que bajar los precios de sus productos por la falta de ventas. Además, como los precios han caído, las empresas tendrán menos beneficios y tendrán que reducir costes, por lo que tenderán a bajar los salarios de sus empleados o, incluso, reducir plantilla de trabajadores, provocando un aumento del desempleo.
Al contrario que la inflación, la deflación hace más difícil hacer frente a las deudas, al aumentar la carga real de las mismas, (es decir, el valor de esas deudas en términos de la cesta de consumo). Esto podría llevar a familias y empresas a no poder hacer frente a sus obligaciones.
Con su objetivo de inflación del 2 % a medio plazo, el Banco Central Europeo (BCE) puede crear cierto margen de seguridad para evitar este escenario de deflación.