Serie: Documentos de Trabajo. 1220.
Autor: Enrique Alberola, Luis Molina y Pedro del Río.
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Resumen
Las secuelas de la crisis financiera que estalló en 2008 han sido especialmente severas en los países de la periferia sur y oeste del área del euro y en los nuevos miembros de la Unión Europea, a consecuencia de los desequilibrios macroeconómicos y financieros acumulados previamente. La percepción de que el entorno del euro proporcionaba un marco sólido que protegía de la inestabilidad económica modeló los incentivos, las expectativas y las actuaciones de los agentes, tanto los políticos como los mercados. Esta percepción errónea erosionó la disciplina a todos los niveles, tanto la derivada de la supervisión de la Unión Europea como la de las políticas nacionales y la de los propios inversores. El análisis empírico del artículo, que se centra en la disciplina que podría haber impuesto el mercado, muestra cómo antes de la crisis las primas de riesgo no reflejaban los desequilibrios fiscales y apenas lo hacían con los desequilibrios externos o los financieros, en particular en las economías desarrolladas. Este resultado se explica, en parte, porque la fase expansiva del ciclo enmascaraba los desequilibrios subyacentes. La crisis quebró el espejismo del euro como refugio seguro, donde los desequilibrios no eran tenidos en cuenta. Además, la gravedad de la crisis ha puesto al descubierto las fragilidades del marco institucional que apuntalaba el euro, lo que ha llevado a un refuerzo de los procesos de gobernanza económica y supervisión de la misma. De cara al futuro, otros dos factores pueden tener un impacto mayor sobre la disciplina y estabilidad de las economías europeas: unas condiciones de financiación más restrictivas por parte de los mercados, dependientes de la evolución de las variables fundamentales (aunque hay dudas de que esta disciplina se pueda mantener en las fases más expansivas del ciclo), y, sobre todo, un comportamiento de las políticas macro nacionales coherentes con las restricciones que implica la pertenencia al euro. Estas tres fuerzas podrían, conjuntamente, resolver la encrucijada de la integración europea y asentarla sobre unas bases más sólidas.