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Mariano Salvador Maella - San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán

Mariano Salvador Maella (Valencia 1739, Madrid 1819)
San Carlos Borromeo dando la comunión a los apestados de Milán, 1786
Óleo sobre lienzo, 217,5 x 149,3 cm
Colección Banco de España Cat. P_244
Encargo al autor en 1786 por el Banco de San Carlos
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Salvador Maella fue, sin duda, junto a Francisco Bayeu, uno de los artistas más significativos e influyentes de la corte en la segunda mitad del siglo XVIII, donde alcanzó los puestos más altos, como ser nombrado primer pintor del rey en 1799. Su obra se ciñe en las composiciones al orden racional del neoclasicismo; mantuvo el movimiento y la brillantez de colorido del tardobarroco o del rococó, que hundía sus raíces en la pintura de Corrado Giaquinto, que conoció directamente durante una larga estancia en Italia. Su técnica fácil, que revela sus orígenes valencianos, de pinceladas libres, sueltas y delicadas, se diferencia de la de otros artistas de su tiempo y protagoniza sus cuadros de altar y sus bocetos. Maella desarrolló también desde sus inicios una importante faceta de retratista, en la que siguió, con su técnica brillante y colorista, las ideas de perfección y cercanía al modelo de Mengs. El Banco de España conserva en su colección, además de esta pintura religiosa, dos retratos reales de su mano y tres piezas de su taller.

San Carlos Borromeo suministrando el viático a los moribundos en la peste de Milán

José Manuel de la Mano

Hoy más que nunca, con la crisis sanitaria que estamos viviendo a nivel mundial por el COVID19 y que nos ha obligado a vivir confinados en casa, nuestra sociedad contemporánea se puede ver identificada emocionalmente con esta escena interpretada en 1786 por Mariano Salvador Maella (1739-1819), con objeto de presidir el oratorio del Banco Nacional de San Carlos, origen del actual Banco de España. De todos los posibles pasajes de la vida de este santo titular de la institución bancaria, este pintor de cámara de Carlos III se decanta por representar con sus pinceles la voluntad de servicio a la comunidad de San Carlos Borromeo, en su inquebrantable objetivo de que ninguno de los fieles de su diócesis falleciera sin recibir la comunión. En 1575, una peste bubónica asolaría la ciudad de Milán; parece como si la historia volviera ahora a repetirse casi cinco siglos después. San Carlos Borromeo, en su cargo de arzobispo de Milán, pondría todas sus propiedades al servicio de la ciudad, movería a todos los nobles para que contribuyeran con los más necesitados, se convertiría en un modélico espejo de comportamiento para todos los sacerdotes de su diócesis asustados por la elevada mortalidad e incluso llegaría a redactar y publicar un texto sobre la forma de evitar el contagio. En esta situación, no nos resistimos a comentar que, con motivo de esta peste bubónica que asolaría el norte de Italia, en la cercana Venecia también fallecería en agosto de 1576 nuestro universal pintor Tiziano.

La primera mención de esta pintura que se ha conseguido localizar se encuentra en una biografía de Mariano Maella, tan solo manuscrita, que Juan Agustín Ceán Bermúdez redactaría hacia 1797-99, pero que el historiador no llegaría a incluir en su célebre Diccionario Histórico de los más ilustres Profesores de las Bellas Artes en España de 1800. En este texto, se refiere cómo entre sus obras públicas, el artista compondría con destino al “[…] Banco nacional. El cuadro del altar de su capilla, que representa à San Carlos suministrando el viatico à los moribundos en la peste de Milán”. Maella ya había abordado con anterioridad, en 1781, la iconografía de San Carlos Borromeo con destino a uno de los altares del Hospital General de Madrid. No obstante, aquí se había representado al santo arrodillado en actitud de abrazar el Crucifijo postergando la escena del viático a un segundo plano. Sin embargo, para el oratorio del Banco de San Carlos, Maella se decanta por interpretar tan solo este episodio de la peste de Milán de 1575.

La sociedad del Antiguo Régimen vivía tristemente familiarizada con los estragos de las epidemias. De hecho, las referencias a la irrupción de la peste por todos los confines del mundo, desde México a Dalmacia o Túnez, son continuas en la prensa madrileña de estos años de esta comisión a Maella. La imagen del santo se inspira indudablemente en su vera efigie, mientras que el mortecino tono de piel de su rostro, que ha quedado aún más patente tras la reciente restauración, aspiraba a rememorar el ayuno de San Carlos Borromeo durante la peste: “[…] Como si el Santo Cardenal fuese el mayor pecador de su pueblo empezó a hacer una vida más rigurosa, y austera, orando continuamente para que el Señor tuviese misericordia de sus amados súbditos. Ayunaba todos los días, dormía sobre unas tablas desnudas, pasaba casi toda la noche en oración, y ásperas penitencias”. Maella también representa en un segundo plano a la multitud que se abalanzaba sobre el santo buscando su bendición en su presencia pública y el grupo de personas que le ayudaban en sus procesiones públicas. Pero como dicen los cronistas “[…] Todos estos imponderables cuidados de San Carlos para mantener la vida de los heridos de peste eran inferiores à los que ponía en la asistencia espiritual para que muriesen con los Santos Sacramentos”.

José Manuel de la Mano es historiador del arte